viernes, 1 de octubre de 2004

Un payaso haciendo el gilipollas

Roberto Benigni, el payaso más soplapollas que ha tenido el cine europeo que nos llenó de azúcar y diversión optimista los campos de concetración nazis con su melíflua 'La vida es bella', y que se dio una más escandalosa... cómo decirlo... ¿hostia? con su inédita y costosísima 'Pinoccio' (que aquí en España ni siquiera -gracias a Dios- hemos llegado a ver) promete volver a la carga.
Por si no hubiera tenido poco con su 'oscarizada' película sobre lo optimista de Austwitz y lo 'guay' que se lo podía llegar a pasar uno en estos sumideros de torturas, el director, bufón y actor italiano ha anunciado 'El tigre y la nieve', que se desarrollará en Irak en marzo de 2003, cuando empezó la campaña militar de la coalición liderada por Estados Unidos. Por si no hubiera tenido poco, Benigni augura otra comedia, donde interpretará a un poeta que llega a Irak sin planearlo y lo sorprenden los eventos. Y claro, también tendremos a Nicoletta Braschi.
¿Habrá visto 'Turtles can fly', de Bahman Ghobadi? Pues debería para ver cómo se hace una película impactante sobre la guerra con niños y sabiendo de qué se habla.

No creo en el amor... ¿o sí? No. Sí. No...

Viendo que las dos películas que más me han gustado este año han sido ‘Lost in translation’ y ‘Eternal sunshine of the splotess mind’ pienso en qué me estará pasando. Porqué esa predisposición tan proclive hacia la comedia tristona romántica, hacia el sentimiento que trata sobre el amor eterno, sobre la sensación de estar enamorado. Siempre me ha gustado, claro. Imaginar la vida y el amor en el cine es fácil porque en su vena más optimista (más si hablamos de la comedia romántica) todo es esperanzador y venturoso. En la vida real, por supuesto, no. Puede ser que yo, desde la posición del misántropo que renunció hace tiempo al amor, debido fundamentalmente a que las muy pocas mujeres a las que he amado (siempre secretamente) no me han correspondido, quiera pensar que sigo esperando a la mujer de mi vida, que está ahí, en algún sitio, esperándome. Qué estúpido ¿verdad?
No creo en toda esa la poesía lírica. Decía un señor francés llamado Ruwet que el amor puede ser interpretado como una vasta perífrasis sobre un solo enunciado: el "te quiero", pero también puede ser una pérdida de tiempo porque en realidad esta mentira sólo conlleva a un solo término, una paráfrasis de la otra: el "yo sufro".
No quiero estar enamorado, porque el enamorado está mermado de capacidades temporales y reales. Un enamorado es un alienado (el amor es un síntoma), un subversivo en estado puro, es la forma misma del nomadismo errático. A su vez, también es la forma más complaciente del asentamiento, recitador hueco del guión de la mitología social: me enamoro, me caso, soy fiel, le doy hijos a mi mujer. A un lado o a otro, a liberales o conservadores, a revolucionarios o reformistas, el enamorado es completamente inútil. O así por lo menos es aceptado de un modo consecuente el que se enamora. Un enamorado es algo así como un fantasma, como un espectro que baja la guardia cuando está con su amada o piensa en ella, pero también es un criadero de sentimientos, un titán capaz de originar gestas por amor. O no, porque anacrónicamente, el enamorado descansa en la melancolía, siempre vulnerable esperando el reencuentro, a estar solo con ella. Él está en medio de una catástrof. El mundo se derrumba y él está afligido por la rebeldía del latir de un corazón que le corresponde. He ahí al enamorado, un incremento de lo privado, de lo no generalizable, especie de militante del anticompromiso y figura antipolítica.
Lo que más sustancioso de todo ello es, sin duda alguna, el mal de amores, Según leí una vez, este término es ‘wertheriano’. Una máquina narrativa dolorosa, con final infeliz, entre un ser narcisista y otro obsesivo. El objeto amado se pierde, se enclaustra, juega a la indiferencia, aparece y desaparece en un horizonte imposible. Es impenetrable y hermoso. Es irreal. Eso es el amor, amigos. Mientras, del otro lado, la otra pieza de esa máquina asfixiante es la que sufre y llora. Esta máquina es animofágica. La belleza de la otra, mágica crueldad, parece alimentarse y crecer de la propia energía, del espíritu. Por eso no quiero enamorarme. Por eso no creo en el amor.
Viendo ‘Eternal sunshine of the splotess mind’ uno se da cuenta de que el amor o el haber estado enamorado sólo funciona si alguien te ha correspondido alguna vez. Por eso, no creo. O sí, quiero creer. O no. No sé. No. Sí. Bueno, no...
Vaya gilipollez que me ha salido. Creo que voy a pedirle a los enfermeros que me pongan la camisa esa blanca que me impide mover los brazos, me den mis pastillas y me lleven a esa habitación tan cómoda que tiene las paredes acolchadas.
Si en realidad la película que más me ha gustado han sido los dos volúmenes de ‘Kill Bill’ ¿será eso que me ha entrado instinto maternal como a Uma, o en mi caso, paternal? ¿o simplemente, es que el ‘spaghetti western’ y la violencia forman tanto parte de mi vida que se han convertido en mí mismo?
Id a saber.

Review ‘Eternal sunshine of the splotess mind’

La deconstructiva naturaleza del amor
Kaufman y Gondry componen una magistral y compleja fábula romántica que tiene en el juego de tiempos su mayor virtud narrativa.
Cuenta Charlie Kaufman que Michel Gondry le contó la idea de ‘Eternal sunshine of the splotess mind’ suponiendo qué pasaría si un buen día se encontrara una tarjeta en el buzón que dijera que ha sido borrado de la memoria de alguien. El guionista en seguida recurrió a un poema de Alexander Pope que comienza con los versos “¡Qué felices son los inocentes! Olvidando el mundo, y por éste olvidados. Brillo eterno de una mente inmaculada. Cada plegaria aceptada y con cada una, una renuncia”. Con esta premisa, la precisa y brillante maquinaria de Kaufman erigió una comedia oscura y triste fundamentada en el olvido como sentimiento del amor perdido y muchas veces añorado.
Joel es un hombre tímido, retraído y depresivo que un buen día decide improvisar su jornada escapándose en un tren que no le llevará a su trabajo, sino a un pueblecito ribereño. En una solitaria playa, camina y reflexiona, ahogando su melancólica existencia en sus propios pensamientos. En el camino de vuelta conoce a la extraña e hiperactiva Clementine, una joven de la que se enamora al instante. En este punto, cuando han pasado más de veinte minutos de proyección, aparecen los títulos de créditos y comienza la película. Es entonces cuando lo ideal se transforma en insoportable y las diferencias que atraían a la pareja se rompen. Al poco tiempo, Joel descubre que Clementine ha acudido a la consulta de un médico que se dedica a borrar los recuerdos de su relación. Joel decide someterse al mismo lavado de cerebro, pero a medida que ella desaparece de su geodesia emocional, vuelve a enamorarse de ella en un laberinto recuerdos que indican que, a pesar del triste final de su relación, ha sido la mujer de su vida.
El elemento de ciencia ficción o pseudoficción que supone que una empresa (Lacuna Inc.) borre por un sencillo proceso los recuerdos de una persona, pasan instantáneamente a un trasfondo de credibilidad cuando el verdadero hilo narrativo de la película emerge a la superficie de las profundidades narrativas con las que Kaufman y Gondry plantean un intenso melodrama obsesivo, personal e íntima que fragua su interés en el sugerente término de intentar solucionar en sueños lo que uno no fue capaz de arreglar en la realidad. Una historia de corazones rotos que interpela sobre la vida, el amor, la memoria y el olvido, entendiendo que el amor es lo único por lo que vale la pena haber vivido. Para encubrir este viejo tema del amor, los creadores recurren a la dimensión de la conciencia, a un puzzle de situaciones contrapuestas, jugando arriesgadamente en el filo, enalteciendo su imprescindible visión con una capacidad de sorpresa inquietante. Como viene siendo habitual en sus creaciones, ‘Eternal Sunshine…’ es Charlie Kaufman en estado puro.
Una nueva profundización en la fragmentación y desglose del guión, la gran condición que hace inmensa la perspectiva narrativa de este genio (que recuerda a lo que algunos han venido a llamar ‘maze-cinema’, seguido por otros cineastas modernos como Christopher Nolan o Gaspar Noé), una experimentación llena de puntos de giros retroactivos (y a su vez progresivos), de acción minada con un ingenio inquieto y amenazante, dejando el carácter y el pensamiento alterados por el tiempo, por la fugacidad de los sentimientos que, con los recuerdos y la añoranza, mutan, acreditando que dentro del amor existe lo ilógico. Pero más allá de jugar con la afasia temporal, con la deconstrucción narrativa, la gran virtud de esta magistral película es que, en su intención no está la originalidad sino el propósito de contar una historia que muestra la verdadera naturaleza del amor, concibiendo su destino e inevitabilidad, su sentido de la injusticia y la predestinación.
Contrariamente a lo que se pueda pensar, debido a lo intrincado de su disposición argumental casi perfecta, la coherencia es absoluta, pese a desenvolverse en distintos tiempos, realidades y dimensiones, ocurriendo la mayor parte de la cinta dentro del cerebro de Joel, de sus recuerdos, de sus deseos. Con una planificación narrativa de compleja construcción y portentoso efecto formal, Kaufman subvierte los designios del género entrelazando los indicios descriptivos de su magnífico guión hacia atrás. Por tanto, la entidad, la habilidad y la sorpresa de este excelente filme consisten en detallar el final en su prodigioso prólogo para, mediante los recuerdos de Joel, desvelar su significado. Lo el guionista está haciendo, en definitiva, es reunir una asombrosa conjunción de virtudes como perspectiva del misterio que abarcan los deseos internos, los más gratos recuerdos, los sueños y una realidad transformada en onírica, circunscrita a una solución médica que hace desvanecer los recuerdos del pasado en unas horas.
Como dijo Armand Salacrou “Un hombre sin recuerdos es un hombre perdido”, y en ése terreno es donde Gondry y Kaufman construyen un hilo conductor que juega con el espacio y el tiempo, construyendo y deconstruyendo una historia que sólo puede ser entendida por la subjetividad del espectador. Es ‘Eternal Sunshine…’ una película de muchas lecturas que apela a continuidad espontánea a medida que la historia profundiza en su complejidad. Y es que nunca fue tan cierto que el sentido de una película está en los ojos del que mira, del que siente de una manera u otra lo que está viendo. Kaufman sumerge al público en sus laberínticos paisajes ficticios, pesimistas y psicológicos, pero ampliando el recorrido al sugerir una historia teñida de intelectualismo existencial y emocional que obliga al espectador a cuestionarse acerca de la vida, del pasado, del presente y el futuro en un viaje de recuerdos que atormentan, pero sin los cuales la felicidad, en casi todos los casos fugaz y frágil, no tendría sentido. Se trata, por tanto, de la película más humana de este genio del guión y una historia escrita en un lenguaje de emociones y no sólo de reflexiones e imágenes.
Este drama cómico o comedia dramática sobre las dificultades que acarrea el amor y la vida en pareja esgrime conscientemente conceptos que procuran llegar al interior de un desenamorado, pretendiendo así entender las insondables dudas y preguntas del corazón, aquéllas que hacen amar, tolerar, aceptar, aprender a perdonar, las que vuelven vulnerables a los enamorados que, a pesar de saber que la pasión es una etapa y que lo efímero muchas veces se convierte en rutina insoportable, tiene su valor en la segunda oportunidad, en el instante en que el alma se desnuda, volviendo a nacer, encontrando de nuevo el amor, reflejado todo ello en imágenes y secuencias pretéritas que van cobrando sentido según avanza la acción en el presente, retrocediendo en los recuerdos del pasado. Un efecto de originalidad temporal que nunca devora el peso de sus protagonistas.
Y aunque ‘Eternal sunshine…’ se construya bajo unos personajes ambiguos y enigmáticos, solitarios e incomprendidos (característicos la espectacular carrera de Kaufman), aflora su genialidad a través de la imaginería visual de Michel Gondry, que se adapta al portentoso guión de Kaufamn y lo hermana a la perspectiva de su cosmos gráfico, traduciendo visualmente, de forma dinámica y sencilla, el desdoblamiento de universos paralelos que propone el guionista, aportando lo necesario para narrar esta difícil y hermosa oda al romanticismo donde la memoria y fragilidad quedan simbolizadas por la continua contraposición de los libros, dibujos y recuerdos, alegorías de la subsistencia de la memoria, y, por otra parte, la nieve, alusión al gélido olvido, a la limpieza de recuerdos que son utilizados para revelar que mientras Joel y Clementine observan las constelaciones sobre el río helado, mientras escapan al proceso de limpieza de memoria que ellos han solicitado, los ecos del mundo real repite los mismos errores.
En todo este fascinante recorrido por la desbordante capacidad argumental de la película, aportan un embrujo fuera de lo común un Jim Carrey, en su mejor papel, que vuelve a demostrar su pulso dramático, su contención de gestos y muecas, para ofrecer una lección de interpretación, como ya lo hiciera en ‘The Majestic’ y ‘The Truman Show’. Igualmente en estado de gracia se muestra esa asombrosa actriz que es Kate Winslet que, pese a lo irritante e imprevisible de su personaje, consigue traspasar la pantalla con una dulzura y un magnetismo que desarman cualquier (e incomprensible) prejuicio que se tenga ante la protagonista de ‘Titanic’, una de las mejore actrices que ha dado el cine contemporáneo. En este apartado artístico los secundarios, espectadores inconscientes del drama de amor de los protagonistas, Elijah Wood, Kirtsen Dunst y, sobre todo, Tom Wilkinson y el camaleónico Mark Ruffalo, merecen todos los elogios de un trabajo excepcional.
Con todo ello, bajo la mirada oculta de una Nueva York fría y melancólica, la nueva película de Gondry, ambigua, sutil y sencilla en su complejidad, supone un poema visual al amor. Pero no un amor encauzado al romanticismo entristecido, sino recurriendo al amor desquiciado e impulsivo, que susurra nostalgia y pesimismo, pero que encuentra en su extraño final una ventana a la esperanza, a la creencia en el destino como vía de la indescifrable felicidad. Una película dedicada al eterno brillo de las mentes inmaculadas (las que evoca el título original), aquéllas que entenderán que no se puede esquivar el amor, aunque no se recuerde ni siquiera de quién se está enamorado o por qué se quiere estarlo.
Miguel Á. Refoyo © 2004

jueves, 30 de septiembre de 2004

¡¡Nos han seleccionado!!

El jurado de la citada convocatoria ha acordado seleccionar para participar en el Certamen Nacional que celebraremos en Murcia el próximo Noviembre a los siguientes cortos:
'Telepapaya, dígame', de Tomás Gimeno Ramallo
'Portal Mortal', de Aritz Moreno y Sergio Prieto
'Bajo la mesa', de Oscar Rayuela Casen
'Llamada perdida', de Eduardo G. Marín
'Compartimento 5', de Jaime Alonso
'Destination: Journey', de Guillem Ayats Bartrina
'Caminando solo', de Manuel Abrisqueta
'El límite', de Miguel Á. Refoyo
'Sirenito', de Marisa Crespo y Moisés Romera
'Runner', de Gabriel Martin Rodriguez
Por fin, amigos.
No veáis lo contento que estoy. Esto me da ánimos para seguir mandando el corto y ahora sé que hemos hecho un buen trabajo. Eran más de 200 trabajos presentados y nos han seleccionado. No será la primera vez, ya veréis. De ganar no hablo, porque nunca hicimos el corto para ganar premios. Sólo el hecho de haber sido seleccionado en este festival (uno de los que más dinero ponen en los premios) es toda una satisfacción.
Este fin de semana lo celebraré por todo lo alto, en el Pani.

Una tarde con Guillermo

Desde que vi ‘Cronos’ (una de mis películas favoritas) he considerado a este mexicano uno de esos directores capaces de hacer que el cine se convierta, por arte de magia, en adrenalina, en acción sin freno, en diversión desmedida. Un director capaz de transformar en espectáculo cualquier idea que pueda parecer absurda. Su vida, rodeada de vampiros, monstruos y demonios han labrado una genial forma de ver el cine comercial que recoge el arte ancestral del México más cronista con la acción, el entretenimiento y la fastuosidad del Hollywood más digital. Genio y figura cinematográfica, Guillermo Del Toro ha labrado una carrera internacional rindiendo culto al más clásico cine de terror.
A Guillermo le conocí durante el Festival de Cine Fantástico de San Sebastián de 1998, cuando presentaba en calidad de productor la cinta ‘Un embrujo’, de Carlos Carrera. Una bella historia de amor entre una profesora madura y su alumno adolescente. Realmente, para qué coño ser lírico, era la historia de un ‘pichabrava’ con todas las de la ley. La película me gustó, sin más. Una adornada y bastante sensual historia entre Felipa y Eliseo, un chavalín que trae a la profesora por la calle de la amargura durante distintas etapas de sus vidas. Una historia de amor iniciático con descubrimiento carnal, encuentros y desencuentros debido a la diferencia de edad entre ambos.
Bueno, pues durante aquel festival se pudo ver al orondo Guillermo, o al ‘Gordo’ (que es como le llaman en México –o eso me contó él-), paseando por los pasillos del María Cristina, en el casco viejo de la ciudad, asistiendo a multitud de sesiones de Zabaltegi, incluso hablando con la diosa minúscula Salma Hayek en un par de ocasiones (la tuve a menos de un centímetro de mi cuerpo). Un día, saliendo yo de recoger mis ‘press-books’ de la sala de prensa me encontré al señor Del Toro reposando en un banco de la Plaza Okendo, relajado y mirando hacia la nada. Parecía un tanto aburrido, así que decidí que ése sería un buen momento para hacerle una pequeña entrevista, ya que no había pedido una formal dentro del festival. Ni siquiera sé si estaba anunciada su presencia. Pero allí estaba. Aquel tipo de negro me negó la entrevista. En un principio me pareció muy cabrón, porque lo dijo todo convencido: “No, güey, una entrevista no”. Pero no fue todo. Ante mi mueca de decepción y antes de que yo dijera nada, el amigo mexicano me tenía reservada una sorpresa que nunca olvidaré. Hizo algo que se quedará para siempre en mi memoria. Guillermo del Toro, al que yo tanto admiraba por ‘Cronos’ y ‘Mimic’ me ofreció dejar las entrevistas para otro momento y me invitó a una tarde memorable de pinchos, plática monográfica de cine y literatura de terror y algunos secretos de su vida y milagros.

Órale! Y así fue.
Durante más de dos horas y media, el gran cineasta, visiblemente con ganas de apagar su aburrimiento, me contó su vida entera. Me contó esa historia que tanto le gusta contar en las entrevistas formales, aquella que reza que cuando apenas era un niño de tres años y su universo se reducía a una tenebrosa habitación en Zapopan, en Jalisco, hizo un pacto con los monstruos que rondaban su cuna y le hacían mearse en la cama; si ellos no le asustaban más y le dejaban ir a hacer pis, se convertiría en su amigo para toda la vida. Los monstruos aceptaron la propuesta y él les ha conmemorado en cada película que ha podido realizar. Por eso en el cine de Guillermo del Toro sólo existen fantasmas, vampiros, bestias, demonios o cucarachas gigantes.
Entre pincho y pincho y cerveza, zuritos y demás ágapes que nos metimos entre pecho y espalda, hablamos de su herencia: 3.000 libros de terror apilados en una casa cerca de Jalisco que le dejó su abuela cuando murió, compartimos fanatismo por las historias del Santo Enmascarado de Plata, de cómo funciona el sistema de producción en Hollywood (no estaba muy satisfecho de su aventura americana con ‘Mimic’), de cine ‘gore’, pero también de Juan Rulfo, de algo de literatura y pasiones compartidas, pero sobre todo de mucho cine. Una de las cosas que me sorprendieron fue lo muy disgustado que estaba entonces con la crítica mexicana ‘chingona’ que no trató muy bien a Del Toro en sus comienzos. Me comentaba que a los críticos de su país les cuesta trabajo aceptar la idea de que existe un director capaz de tener éxito en Hollywood. Fue entonces cuando me reveló sus dos grandes sueños cinematográficos que eran adaptar ‘Hellboy’ al cine (algo de lo que estuvimos hablando bastante, porque entramos en el terreno ‘cómics’) y hacer la primera película con garra del universo de H. P. Lovecraft, en este caso adaptar ‘Las montañas de la locura’.
Acabamos medio borrachos, hartos de comer bien y hablando de grupos de narcofrontera como ‘Los tigres del norte’ o ‘Los tucanes de Tijuana’. Pagó todas las rondas de chiquitos, cervezas y pinchazos donostiarras al saber que yo era un pobre aspirante a todo y que no tenía un duro para nada. Se despidió con “ya nos veremos güey. Ha estado muy chido.” Y se perdió desapercibido entre la multitud de fans coléricos que esperaban ver a Banderas, que ese año presentaba ‘La máscara del Zorro’. Espero volver a platicar con tan inmenso cineasta (en todos los sentidos).
Para mí Guillermo del Toro es, sobre todo un gran tipo, un genio de nuestro tiempo.

Mañana... HELLBOY

El demonio rojo al servicio de la ley
Hace una década, Mike Mignola, uno de los mejores creadores de cómics, decidió hacer una apuesta creativa y explorar sus propios impulsos narrativos. Cuenta el propio Mignola que se hizo la pregunta: “¿qué pasaría si un demonio creado para imponer el Mal fuera readaptado al Bien y luchara contra otros monstruos?” Así nació ‘Hellboy’, que cubrió la ambición de toda una vida y dio al mundo del cómic uno de los personajes imprescindibles en la historia moderna del mundo tebeístico.
A principios de los años 80, tras graduarse en la California College or Arts and Crafts, Mike Mignola se trasladó a Nueva York y consiguió trabajo entintando algunos títulos para la todopoderosa Marvel en prestigiosos títulos como ‘The Incredible Hulk’ y ‘Alpha Flight’, donde tuvo la oportunidad de empezar a dibujar atrayendo en seguida la atención de sus propios compañeros de profesión más que de los lectores. Por aquella época sus inclinaciones gráficas oscilaron entre sus influencias más destacadas y confesas: Jack Kirby, Bernie Wrightson, Jim Steranko y Rick Bryan. Paulatinamente, Mignola empezó a abrirse un hueco en el mundo con ‘Las Crónicas de Corum’, donde empezó a desplegar visualmente sus preferencias adaptando novelas de Michael Moorcock. Desde ese momento, Mignola pasa a ser una de las referencias más importantes en la industria, uno de los autores más prestigiosos del panorama del cómic americano. Su trabajo, imitado y seguido por muchos autores, destaca por un dominio absoluto del claroscuro, de la composición y de la síntesis de las figuras. Su trabajo, antes de llegar a la consolidación de ‘Hellboy’ en 1993 para Dark Horse Comics, se desarrolló en editoriales como First, la mencionada Marvel y DC Comics, generalmente dibujando superhéroes. ‘Superman: World of Kripton’, con guión de John Byrne, ‘Batman: luz de Gas’ para DC Cómics o ‘Lobezno: aventura en la jungla’, de Walter Simonson, dieron paso a ‘Fafhrd’ y a la novela gráfica ‘Iron Wolf’, con guiones Howard Chaykin que acabarían con su etapa de superhéroes para otras compañías. Son algunos ejemplos que han hecho que Mignola se convirtiera en uno de los creadores más importantes del Noveno Arte.
A partir de 1992 las disputas con Marvel y DC le hacen fichar por Dark Horse, creando el sello Legend, que funda junto a su amigo Arthur Adams y varias figuras relevantes del panorama del cómic en USA como John Byrne, Frank Miller, Geof Darrow, Art Adams y Paul Chadwick. 1993 supone un año importante para el guionista y dibujante, ya que aparece la primera historia de ‘Hellboy’, contando con la ayuda de John Byrne a los guiones para la primera miniserie ‘Semilla de destrucción’, quien le animó a que realizara los guiones él mismo, cosa que ha hecho en todas las historias siguientes del personaje, que ha continuado realizando ininterrumpidamente y prácticamente en exclusiva desde entonces hasta la actualidad. ‘Hellboy’ fraguó el sueño de muchos dibujantes de cómics: crear un personaje propio, inventar sus guiones originales y dar rienda suelta a su estilo, abundante de dibujos de ruinas, seres pétreos y fríos, casas victorianas, solemnes monstruos y malvados nazis. Una fantástica mezcla los monstruos sobrenaturales de las novelas de H.P. Lovecraft, las leyendas populares y los mitos célticos en un cómic de misterio y acción.
El book ‘El gusano vencedor’ de ‘Hellboy’ cerró una fase en la vida del personaje. Desde entonces y hasta la llegada de ‘The Island’ (que continúa donde quedo ‘El tercer deseo & El asombroso Cabeza de Tornillo’, con Hellboy flotando en el océano) el investigador paranormal dará un cambio de vida, ya que entre la marcha de Hellboy de la Agencia de Defensa e Investigación Paranormal y la nueva película de Del Toro han hecho que el personaje tenga perspectivas de seguir luchando contra el mal en la gran pantalla y el cómic, hecho que parece incrementar su carrera en esta fase con la publicación de un libro titulado ‘Art Of Hellboy’, que cubre los diez años del demonio de Mignola desde su creación. En el libro se puede ver material que no se ha visto nunca en ninguna parte, sumando las portadas de todas las series anteriores en os diversos países, artes finales que no fueron usados, ‘sketches’, bocetos, anotaciones y más.
Además Mignola tendrá que dar a luz una prometida historia en una antología sobre casas embrujadas ‘Hauntings’. Tras esto, Dark Horse ha anunciado una nueva serie limitada protagonizada Hellboy, pero en el que no estará implicado Mike Mignola y que llevarán a cabo Cassaday, Pearson, Maleev, Leinil Yu, JH Williams, mientras que el equipo diseñador de la película, TyRuben Ellingson, William Stout & Dave Stevens van a contribuir con ‘pin-ups’.
Scott Allie, editor de Dark Horse, ha explicado que este proyecto de 13 números sin Mignola se ha producido por petición del propio creador al involucrarse personalmente en la película de Guillermo del Toro (con el que ya prepara una secuela –que seguro que acaba en trilogía-) y descansar así del mundo del cómic.
La historia
Durante una de las sesiones esotéricas organizadas por Hitler en tiempos de guerra se invocó el 23 de diciembre de 1945 a un ser del más allá conocido como Anung, Un Rama, rebautizado como Hellboy, para que les ayudase en la Guerra; el programa fue denominado ‘Proyecto Ragnarok’. La Agencia de Defensa e Investigación Paranormal, grupo clandestino de las fuerzas aliadas lideradas por el profesor Broom consiguió que Hellboy entrara a formar parte de una insólita familia que incluye al telepático ‘Mer-Man’ Abe Sapien y Liz Sherman, una científica con cualidades pirocinéticas. Aunque viven ocultos de la misma sociedad a la que deben proteger, su misión es luchar contra el malvado Grigori Rasputin, quien trata de arrastrar a Hellboy a las tinieblas y utilizar sus poderes para provocar el Apocalipsis. A pesar de sus oscuros orígenes, Hellboy se convierte en un inesperado defensor del bien, luchando contra las fuerzas del mal que amenazan nuestro mundo.
A diferencia de la mayoría de los héroes de los libros de cómics, Mignola diseñó ‘Hellboy’ como un tipo normal de clase trabajadora, incluyendo a su faceta de ser indestructible, cualidades que humanizaran el rol y le hicieran identificable con el lector, creando así un punto de inocencia y timidez que hace de este monstruo rojizo un demonio cercano y amable.
La película
El mexicano Guillermo del Toro ha hecho realidad uno de sus sueños llevando a la gran pantalla el cómic ‘Hellboy’, transformado por su ambición visionario en una película de acción y aventuras sobrenaturales, basada en la tira cómica de Mike Mignola.
Hace unos años, el director mexicano Guillermo del Toro se enteró de que existían planes para hacer una película basada en Hellboy. Del Toro comenta: “me había vuelto adicto al cómic, por eso cuando me enteré de que iban a convertirlo en una película, peleé muchísimo para conseguir estar en la sala de reuniones y poder decir 'Yo soy el tipo que puede hacer esta película”. ‘Hellboy’ es una de las películas más esperadas de la temporada y está interpretada por un elenco de actores que incluye a Ron Perlman dando vida a Hellboy, Selma Blair, Jeffrey Tambor, Karel Roden, Rupert Evans y John Hurt.
Desde las primeras conversaciones con los productores Lawrence Gordon y Lloyd Levin, la pasión de del Toro por el material estuvo muy clara: “No sólo teníamos un gran respeto por su talento, que ya había demostrado como cineasta, sino que nos dejó impresionados con su conocimiento del cómic y su entusiasmo. Es como si hubiese estado allí, en la habitación de Mike todos los días desde que se inventó el personaje”.
Curiosidades sobre el filme
- A Guillermo del Toro le impusieron dirigir ‘Blade II’ como condición indispensable para rodara ‘Hellboy’. En aquel momento, el director mexicano era una de las opciones para dirigir ‘Harry Potter y el prisionero de Azkaban’.
- En una reunión para discutir detalles de la película, Mike Mignola y Guillermo del Toro decidieron revelar el nombre del actor que cada uno consideraba para el papel de ‘Hellboy’, la sorpresa fue que los dos coincidieron en que tenía que ser Ron Perlman. En un principio los productores pensaron en Vin Diesel o ‘The Rock’.
- La película toma su historia de varias historietas de Hellboy. La mayor parte viene de uno llamado ‘Semilla de destrucción’, y el resto es tomado de unas historias cortas como ‘La mano derecha del destino’ y ‘Despierta al demonio’. La película también le brinda unos pequeños homenajes a dos historias: ‘The Corpse’ y ‘Pancakes’.
- Cameos: atentos también a las breves apariciones de Mike Mignola y Guillermo del Toro. El creador del comic sale vestido de caballero medieval en medio de una multitud disfrazada en la escena de la amenaza de Sammael. En la misma escena aparece el director del Toro disfrazado de dragón. Por desgracia, Santiago Segura también tiene su momento de gloria como conductor del metro.
- En un momento de la película, durante un ‘flashback’ de Liz, se puede ver un edificio que se llama ‘Mignola Plaza’. El metro y el monstruo de ‘Mimic’ y el tarro con el feto de 'El espinazo del diablo' (algo que obsesiona a Del Toro), también tienen su espacio como homenaje a sus anteriores filmes.
- Del Toro presta sus gruñidos poniendo gorgoritos y voz al Hellboy Baby, a Sammael, al zombie ruso Iván y al indestructible nazi Kroenen. Vamos, que ni Carlos Latre.
- Perlman tardaba cuatro horas en el departamento de maquillaje para lucir como Hellboy.
- En total hay unos 900 planos con efectos digitales en ‘Hellboy’.
Recomendación
‘Hellboy’ es una película de la que no hay que salirse de la sala antes de los títulos de créditos, ya que tras estos hay ‘sorpresa final’. Advertido queda.

miércoles, 29 de septiembre de 2004

Homenaje a Russ Meyer

Serie B de ‘grandes dimensiones’
Russ Meyer se caracterizó por las comedias sediciosas basadas en la libertad y la independencia, abusando del icono de la ‘Pin Up’ de pechos enormes.
El pasado 22 de septiembre fallecía a los 82 años de edad y sin que muchos medios se dignaran a hacerse eco de la noticia Russ Meyer, uno de los cineastas de la serie B más importantes de la historia del subgénero. Janice Cowart, portavoz de su empresa, RM Films International, explicó que Meyer sufría de demencia y que su fallecimiento se debió a una neumonía que no pudo superar.
Meyer fue el exponente más característico de un cine independiente norteamericano que mantuvo su éxito al margen de las grandes productoras. El llamado cine de serie B, en su vertiente más disoluta y atrevida, tuvo su figura más prominente en este hombre nacido en San Leandro (Oakland, California). Apasionado desde muy pequeño a la fotografía y al cine, sus primeros trabajos se encuadran en el terreno de la publicidad. Meyer, atendiendo a un anuncio de ‘Signal Corps’ del ejército americano, se vio metido como corresponsal de guerra en la II Guerra Mundial. Con el rango de sargento, obtenido con sólo 19 años, el inquieto Russ Meyer recibió cursos de cámara cinematográfica por medio de la Kodak y la MGM. Algunas de las escenas rodadas por Meyer en la Gran Guerra figuran en la película ‘Patton’, de Franklin Schaffner. Curtido en la Era Dorada de la televisión norteamericana, donde trabajó como operador, montador y técnico de sonido en prestigiosas series como ‘El fugitivo’, ‘Perry Mason’ o ‘Rawhide’, Meyer abandonaría su trayectoria catódica por una obsesión transmitida por el fotógrafo Don Ornitz, que le metió en la cabeza lo que sería el núcleo central de la obra del cineasta: las chicas ‘Pin up’ con enormes senos.
Así es como Meyer comienza a ejercer como fotógrafo de las revistas ‘Beauty and the camera’, ‘Photography glamour’ y la naciente ‘Playboy’, uno de sus trabajos más reconocidos y por el que saltó a la fama por sus excelentes fotos de calidad. Durante este periplo, el peculiar realizador consuma pictoriales a estrellas del momento como Anita Ekberg, Gina Lollobrigida, Jayne Mansfield, Mamye Van Doren y otras chicas de opulencia mamaría tan en boga en los 50 y que Meyer trasladaría a sus películas ampliándolas hasta su último término, haciendo de esta extraña y morbosa afición el que será signo de su informal cine de culto.
El director tardará poco en caer en las redes del cine, debutando en 1959 con la convencional ‘The French Peep Show’, una pequeña filmación semidocumental sobre un espectáculo sarcástico en torno al sexo (una especie de ‘Freak Show’ propia de aquellos años). El valor de Meyer en este terreno se extrae de la inventiva y el riesgo de un planteamiento formal nunca visto hasta el momento. De algún modo, los inicios del director son decisivos para un género que, en gran parte, le pertenece: el ‘Nudie’, ese género que Michel Caen calificó en la revista francesa Midi-Minuit como “una combinación barroca de las revistas Mad y Playboy”.
Su siguiente filme ‘The inmoral Mr. Tears’, se convertiría en un hito del cine independiente debido a que, fundamentándose en el ‘Nudie’ libertino y lleno de erotismo y humor negro, fue considerada la primera película erótica que salió del ‘gueto’ especializado para conocer la exhibición en los grandes circuitos.
El cine de Meyer siguió siempre una misma constante que llevó siempre rigurosamente a lo largo de su profusa obra. Resuelto y cáustico, Meyer supo abrir las puertas de la permisividad, de la hipocresía que siempre ha rodeado al sexo en Estados Unidos, dinamizando el erotismo hasta conseguir el puro ‘slapstick’, al terreno más ‘camp’ y mugriento del ápice sexual. Se testifica que fue el propio director quien, con sus películas sediciosas e inteligentes, destruyó el infausto ‘Código Hays’ que tanto daño hizo al cine y al mundo del cómic en los 50. Todo un logro en favor la libertad y la creatividad de un género tan denigrado por la crítica y el público. A pesar de que todos esperaron que Meyer se consolidara como el preceptor del ‘nudie’ e indagara en la serosidad a la que conllevaron una proliferación exagerada de este tipo de cine (para entendernos, el ‘nudie’ era como aquí la ‘españolada’, pero con las evidentes singladuras), el insurrecto cineasta estaba inmerso en otros caminos formales y temáticos, evolucionando un tipo de filmes con la fuerte impronta personal que acabaría apartándole del cine erótico tradicional.
En la filmografía de Russ Meyer, la acción suele transcurrir en lugares apartados, las chicas protagonistas (con unas tetas descomunales, abundantes y generosas) son bellezas provocadoras que luchan contra ‘rednecks’ timoratos en ambientes en los que las sectas religiosas, violadores infectos y mugrientos ‘freaks’ arrastran consigo los defectos más ignominiosos del ser humano. Sus falsas obras morales se mueven entre el arrepentimiento y el perdón, esculpidos en el predicador rural que coexiste como mito de las películas de Meyer, metáfora subversiva de las aleccionadoras reglas éticas de sus argumentos cargados de sexo y violencia, estableciendo con ello un sermón decididamente sardónico y cáustico. Por sus filmes desfilaron personajes surrealistas anexos a lo grotesco, procurando poner en entredicho el supuesto puritanismo americano. La caricaturización indeleble, su humor negro opresivo y la utilización de escenas subidas de tono (pero al mismo tiempo divertidas) le granjearon numerosos enemigos, sobre todo entre los sectores más conservadores.
Dotada su filmografía de una admirable tendencia hacia el preciosismo fotográfico y estético, los personajes de Meyer se mueven entre la inocencia de la Disney y la lubricidad del cine de Gerard Damiano, justificadas en fantasías sexuales con mujeres de procaz tendencia erótica (‘Lorna’, ‘Cherry', 'Harry y Raquel’...). El cúlmen narrativo y argumental de Meyer solidificó su leyenda en una complacencia que inyecta a su obra ‘erótica-festiva’ un humor visual salvaje y extravagante, diálogos surreales y situaciones argumentales grotescas con actores tomándose en primer grado su trabajo. Títulos míticos de la talla de ‘Blacksnake’, ‘Heavenly Bodies’, ‘Common Law Cabin’ (con la actriz porno Ashley St. Yves), ‘Seven minutes’, ‘Mondo Top-less’, ‘Fanny hill’. Fue en aquella época donde rodó lo que se vino a denominar como su época ‘gótica en blanco y negro’ con cuatro muestras del mejor cine de este genial y subversivo cineasta. ‘Lorna’, ‘Mudhoney’, ‘Motorpsycho’ y ‘Faster Pussycatt: Kill! Kill!’ entroncarían lo mejor de la tradición ‘meyeriana’ que han hecho desempolvar una creciente admiración por uno de los iconos más desconocidos e incomprendidos del cine. Pero si tuviéramos que destacar alguna cinta representativa del cine de Meyer, sería ‘Faster Pussycatt: Kill! Kill!’. La odisea basada en la imaginería de Jack Morgan analiza una de las utopías del cine de Meyer: el nacimiento de una nueva raza de mujeres salvajes, que se presentan como delincuentes de ‘carretera’, conducen cochazos deportivos y poseen unos cuerpazos de escándalo (entre ellas destaca Varla, rol interpretado por la que es la ‘chica Meyer’ más carismática hasta la fecha: Tura Satana). Con una formalidad estética perfecta, Meyer expone lo que son las bases de su filmografía en pequeños retazos de majestuosidad, dinamitando la falsedad americana, descomponiendo a pedazos la idea de manumisión temática. ‘Faster Pussycat...’ vino a ser una declaración de principios del director, que compuso una ácida visión y corrosiva de los demonios que asolan al hombre, con trazos violentos, sin piedad. La propia visión de este clásico del cine más desconocido podría acercarse al mito de Jekyll y Hyde. Por eso Meyer no dudó en afirmar que “si hubo alguna vez una película que ejerciera una mala influencia sobre la juventud, como un ejemplo perfecto”.
Con trabajos esporádicos como actor, entre los que destaca su inolvidable participación en la obra de culto de John Landis ‘Amazonas en la luna’, y como director para la serie A con la cuidadísima ‘Más allá del Valle de las Muñecas’, Meyer mantuvo durante su carrera la autonomía como motor de búsqueda de nuevas formas e imágenes de provocación, de independencia. Erotómano recalcitrante y amante de la ponderación, Meyer siguió siempre una lineal estría moral bajo la consigna ‘los excesos se pagan’, pero dando a entender que, a pesar del castigo, se disfruta de verdad, tal vez como analogía de su relación con el Séptimo Arte. Fue su etapa más conocida aquella en que se dedicó a su ‘Saga Vixens’ (‘Vixen’, ‘Megavixens’, ‘Supervixens’ y ‘Más allá del Valle de las Ultravixens’), lo que podríamos llamar una ‘tragedias campestres’ en las que se dedicó a diseccionar la llamada ‘América profunda’. Fueron los delirios más divertidos que cerraron la creación cinematográfica de este genio del exceso, del primer auténtico feminista en la historia del cine, que fue vilipendiado por la crítica de la época, pero que fue honesto con sus películas y enfocó su filmografía a denunciar la hipocresía de la sociedad de su país.
Meyer, hombre de referencia en la cultura 'underground' de su país, fue conocido como el Fellini del cine más sedicioso norteamericano y, hoy en día, más que un director de culto de bajas esferas culturales, se ha convertido en un genio que ha dejado tras de sí una obra sólida e fascinante.
Miguel Á. Refoyo © 2004

martes, 28 de septiembre de 2004

El festival definitivo

Tantos años esperando un evento como este y me queda tan lejos de aquí, del submundo insondable que representa Salamanca, paradójicamente y mal llamada ‘la ciudad de la cultura’. Y es que en Barcelona se organiza la primera reunión para adorar a la mugrienta y siempre conciliatoria vena bizarra y caposa en un suntuoso recorrido por el lado más salvaje del panorama ‘freakie-patrio’, donde la pura y dura realidad se entremezcla de forma solaz y reconfortante con lo grotesco, lo marginal y heterogéneo.
Con el espíritu de ‘Mondobrutto’, los aguerridos creadores de ‘Spanish Bizarro’ dejan de hacer fiestas memorables para amiguetes para probar suerte con un evento que trascienda los fastos de la diversión, la originalidad y la transgresión con la primera edición del ‘Spanish Bizarro Freak Festival’, todo un evento como celebración de la presentación del antológico disco recopilación que hace un recorrido por las deliciosas vertederos de nuestra cultura más discordante.
Como dice Jordi Costa "la mejor muestra de la canción chorra, género cultivado en muchos otros territorios, pero depurado y perfeccionado en nuestra circunscripción hasta límites insospechados".

lunes, 27 de septiembre de 2004

Sorteo diez cuentas G-MAIL

Bueno, amigos, tengo invitaciones para esa gozada que son las cuentas G-MAIL con 1 Gb. y con muchas facilidades.
Como me aburro y quiero divertirme, tengo un sorteo de 2 invitaciones que consiste en algo tan fácil como una PORRA de fútbol. Pero nada de equipos famosillos, del Madrid o el Barça o demás. Nos centramos en un partido tan humilde como es el Getafe (recién ascendido) y el Athletic de mis amores (que el otro día se cepilló a los galácticos). Es tan fácil como el que acierte el resultado se queda la cuenta G-MAIL. Sólo tengo dos, así que si hay más de dos personas que aciertan el resultado -cosa improbable-, ya buscaremos la forma de repartirlas. Dejad vuestro nombre, e-mail (para enviaros la invitación) y el resultado en el COMMENT y el mismo domingo por la noche, escrutamos.
A participar.

'Flash' en un breve viaje al futuro

Durante el Festival de Donosti, un día de esos en el que le haces fotos a todo el mundo, te haces fotos a ti mismo (algo que hago con bastante frecuencia) y te fijas en los pequeños instantes, detalles, acciones y motas de polvo que hay alrededor de ti en muchos metros a la redonda, me sucedió algo (como diría Marty McFly) 'muy fuerte'.
Estábamos Cristobal Garrido ('Mutis' para los amigos) y yo fotografiando diversas instantáneas playeras, kursaaleras y demás cerca de Zurriola, cuando me percaté de una figura conocida, admirada y seguida, pero con muchos años encima. A nuestra izquierda, caminando con una toalla estaba Álex de la Iglesia, pero con 25 años más, como si en un viaje temporal nos lo hubiéramos encontrado. Era él, allí, estupendamente gordo como siempre y con su carismática presencia ancianizada en el tiempo y el espacio. Un viaje temporal que duró dos segundos, pero pudimos captar el momento mítico.
Por supuesto, el amigo Mutis recogió la instantánea ante mi asombro, que podía dar crédito a lo que veía.
Juzgad vosotros mismos el GRAN PARECIDO RAZONABLE del hombre de Donosti y nuestro director español favorito.

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PD: Luego hay quien dice que yo me parezco a Álex.